miércoles, 26 de noviembre de 2008

El Hombre y el Artista.


Hay una película fantástica de Woody Allen que se llama "Balas sobre Broadway". Parte del meollo de la historia trata sobre la diferencia entre el artista y el hombre, y la fascinación que puede desprender uno u otro, o también, cómo pueden llegar a mezclarse peligrosamente hasta llegar al punto en que, cegado por su ego (debido al éxito, fracaso y esa adulación incondicional en cualquiera de los casos), el artista no se reconoce como ser humano contante y sonante. Pero vamos por partes. Está claro que, inevitablemente, una cosa influye sobre la otra: cuando uno lleva el veneno del arte en la sangre, no puede evitar ver ciertos aspectos de la vida de manera muy diferente a la que la ven los demás, y eso afecta de diferentes maneras (problemas de sociabilidad, de ego,...). La historia está llena de ejemplos, algunos muy Hardcore, como el de Van Gogh: un artista con un talento descomunal que fue consumido hasta la médula por su propia genialidad-locura, transformándole en un paranoico obsesionado por capturar con la mayor perfección y belleza posibles, la esencia de su arte. No obstante, quienes le rodearon contaban que eso mismo transformó una personalidad relativamente normal en la de un monstruo cuyos desastrosos efectos colaterales (una oreja automutilada a navajazo límpio y, más tarde, su propia vida de un disparo en el pecho) todo el mundo conoce.

Y yo me pregunto: -¿se puede llegar a querer a una persona que está en ese estado, obsesionado con su locura creativa (¿qué es si no el arte?), perdido en su mundo de pinceles, hojas de papel vacías, notas musicales o fotogramas, o lo que sea...?. Pues creo que sí se puede, para bien o para mal porque, normalmente, las personas se enamoran del artista sin saber que hay detrás o debajo de las lentejuelas. Si se lo llegan a contar a Pamela Courson, con seguridad hubiera salido corriendo del lecho de Jim Morrison (o quizás no, quien sabe) y su vida a partir de ese momento no se hubiera convertido en una espiral de peleas, drogas, infidelidades, conflictos legales... gracias al Rey Lagarto. O también ese vértigo, ese no saber que ocurriría al día siguiente al lado de uno de los poeta-músicos más influyentes de la historia. Quizás eso era lo que la mantenía aferrada a él o, quizás, sencillamente, su amor era hacia el artista y no hacia el demonio que llevaba dentro.

Algo parecido, sólo que muy diferente, le ocurrió a Marie Trintignant, actriz y esposa del músico francés (ex-líder de Noir Desir) Bertrand Cantat. Supongo que Marie caería bajo los encantos de un artista con fama de indomable de mucho y variado talento, con ese aura de malditismo a medio camino entre la sensualidad y el miedo. En cualquier caso, un artista con un talento incuestionable, en especial para la música: la de su grupo Noir Desir, una de las formaciones musicales más impactantes de la historia del rock europeo a lo largo de muchos años (recomiendo a todo el mundo que se les escuche sin prejuicios). Quizá fuera verdad lo que Bertrand contó el dia del juicio (que Marie seguía entendiéndose con un viejo amor, cosa que él no pudo soportar), quizá fueran los excesos con las drogas y el alcohol, la fama desmesurada y demasiado rápida, o quizá un ser humano podrido por todo eso, el caso es que la pobre Marie Trintignant no fue consciente de todo hasta que su marido la mató de una paliza en Julio de 2003, poniendo el peor final posible a una vida inocente (la de ella claro) y a una carrera artística espectacular: hay están los discos de Noir Desir, resistiendo el paso del tiempo y los acontecimientos.

Lo que está claro para mi es que nunca voy a dejar de escuchar los fantásticos álbumes de Noir Desir (por cierto, en ninguno de ellos se dice nada sobre matar mujeres), ni los de The Doors, ni dejar de admirar la belleza de los cuadros de Van Gogh, ni la de cualquier otro artista que me haya transmitido algo gracias a su arte, a pesar de su personalidad.

Hablando de todo un poco: en el verano de 1998 fui hasta Reading (Inglaterra) a su históricamente aclamado Festival de música. Entre el público que asistía al concierto que New Order realizaba cerrando el segundo día de festival se encontraba Bobby Gillespie, cantante de mis adorados Primal Scream. De hecho, cuando me di cuenta, vi que lo tenia al lado y me dije: -"¡coño!, voy a decirle lo mucho que me gusta su grupo y lo mucho que le admiro". Total, que me acerco con mucha delicadeza y respeto y se lo digo y él, con mucho respeto también, me mando a tomar por culo (en inglés, claro), y yo sin decir ni media, comprendiendo que no todo el monte es orégano y que la música es más amable que muchos músicos, volví sobre mis pasos habiendo cruzado de golpe esa delgada línea roja entre el artista y la persona, sabiendo que hay una inmensidad entre ambas. Ya en el avión de regreso a casa, con Primal Scream en los cascos, no dejaba de darle vueltas a mi desafortunado encuentro y, después de mucho meditar, llegué a una solemne conclusión: " pero que gilipollas eres, Bobby Gillepsie".

5 comentarios:

LEC dijo...

Hay tanto gilipollas suelto por el mundo... No todos son artistas, pero sí tienen algo en común: detrás de esa apariencia tan arrolladora que parece que van a comerse el mundo, hay muchas carencias, sobre todo inseguridad. Se disfrazan cuando salen al escenario, cuando están en la oficina o incluso en el bar para hacer creer a los demás (incluso a sí mismos) que son geniales. Y cuando se desnudan y se miran al espejo, cuando dejan de ser artistas, abogados o camareros, no pueden soportar ver y sentir las miserias que llevan dentro... Quizá sean geniales para los demás, pero seguro que no tanto para ellos mismos.
En todo caso, el artista y el hombre son uno. Debe convivir con lo que es a pesar de todo. Lo ideal sería aprovechar la genialidad artística para llegar a la genialidad humana. Aunque siempre hay quien, además de gilipollas, es un desagradecido, incapaz de tratar bien a alguien que le da de comer comprando sus discos y yendo a sus conciertos.
Un abrazo, amigo.

Carles Esquembre dijo...

Yo he tenido suerte en ese aspecto y todos los músicos a los que admiro y he tenido la oportunidad de saludar se han portado muy bien conmigo. Salvo alguna excepción como el señor Lemmy Kilmister de Motorhead, que pasó por delante de nosotros con el puño en alto en actitud amenazante, pero bueno, no sé si Lemmy cuenta, jeje. También es cierto que si uno tiene un par de tetas bien puestas tiene más opciones de conocer a alguno de sus músicos admirados ;P

yo soy el que soy dijo...

Y EL ARTISTA DESMERECIÓ AL HOMBRE...

cuando tenía 12 años pasé unos días en Madrid, en casa de mis tíos. Entre las muchas actividades de aquellos días recuerdo ir al parque de atracciones con mis primas -un pelín más mayores que yo-. Y, allí, en los primeros momentos de euforia "tías, hay que subir a todo!", una de ellas me dijo: "mira, es Ángel Cristo...!". Yo me di la vuelta y sólo veía un grupo de gente; "ahí está, míralo!"... y, a fuerza de mucho mirar, entre curiosos, lo encontré; qué cara... qué pinta... qué espectáculo...

Un par de años después, estando mi padre de vacaciones estivales, tuvo a bien llevarnos a mi madre y a mí a pasar el día a Alicante -"ala, al Corte Inglés, que a las mujeres os gusta mucho"-. Decidimos comer en la cafetería de dicho gran almacén y, allí, sentado en una mesa, vi a Julio Sabalas que era, por si ya nadie se acuerda, un cómico mulato que imitaba a Julio Iglesias y a Michael Jackson... Se estaba comiendo un "sandwich corti", de esos que tienen un huevo que cuando le das el primer bocado se revienta y chorrea para mayor gloria de los que contemplan el espectáculo... él sonreía mientras tanto... no digo más.

Conclusión: para ser artista y no desmerecer al hombre, nada de tener y circo y nada de hacerse la permanente.

Isaac dijo...

Y es que el arte atrae, el alma que consigue ver este mundo de un diferente y sabe transmitirlo, aunque muchas veces ese alma este incrustada en un verdadero gilipoyas...

FILO dijo...

Ser genio e imbécil son compatibles. Y si no que se lo digan a Fernando Fernán Gómez. Y en el mundo de la música hay mucho de eso.